Hoy sabemos que la violencia psicológica deja heridas profundas, aunque detectar este abuso emocional no es tan sencillo, cultura y tradiciones suelen ser veladuras donde la frialdad emocional o indiferencia, suelen pasar desapercibidas
En la actualidad hay personas que siguen aplicando una especie de ostracismo emocional (condenan al otro a un tratamiento frío) que implica ignorar sistemáticamente sus necesidades. Esa persona adopta un comportamiento pasivo-agresivo ya que recurre al silencio, la indiferencia y al desprecio para castigar o manipular al otro.
El silencio es un método de castigo común en las parejas, una forma de frialdad emocional que hace mella en las relaciones
Este tipo de experiencias dejan profundas huellas que incluso determinan las relaciones posteriores que establece esa persona, destruyendo su capacidad para confiar en los demás y establecer relaciones plenas. La frialdad emocional y la indiferencia pueden terminar discapacitando emocionalmente a una persona.
Por eso, es importante que tengamos presente que el distanciamiento emocional es una de las formas más crueles de violencia y manipulación psicológica. Ignorar las necesidades del otro no es la mejor manera para resolver los conflictos y acortar las distancias.
Toda relación debe estar basada en el diálogo y el respeto mutuo.
p/d: Los comportamientos que delatan esa frialdad emocional son:
- Negarse a mantener una conversación y dirigirle la palabra a la persona que se está “castigando”.
- No responder a sus preguntas o hacerlo con monosílabos.
- No mostrar afecto, ignorando conscientemente las necesidades emocionales del otro, que quedan insatisfechas en el marco de la relación.
- Evitar el contacto físico y visual, haciendo como si la persona no existiera, de manera que se sienta invisible e insignificante.
- Mostrar un marcado desinterés por todo lo relacionado con la otra persona.
- Negarse a colaborar en diferentes tareas para generar frustración y malestar en el otro.
- No acudir a eventos sociales juntos, con el objetivo de que el otro se avergüence de sí mismo
María Castillo